miércoles, 9 de noviembre de 2011

DÍA NACIONAL DEL LIBRO.




Como todos los años, el día 12 de noviembre se celebra en nuestro país, el DÍA NACIONAL DEL LIBRO.

La fecha del Día Nacional del Libro en México fue establecida por decreto presidencial en 1979, para conmemorar también, cada 12 de noviembre, el natalicio de Sor Juana Inés de la Cruz.

Se realiza ya desde hace 32 años, con el propósito de divulgar el libro y la lectura en el país, eso además de conmemorar el natalicio de la máxima poetisa mexicana.

El libro hoy, en la era de las nuevas tecnologías y de la sociedad de la información, sigue siendo herramienta indispensable para el desarrollo educativo y cultural.

Al igual que otros países como Argentina, Chile, Cuba y Panamá, México estableció su Día Nacional del Libro con el propósito de promover de la manera más amplia los beneficios del máximo instrumento de transmisión cultural en la historia de la humanidad.

Este año 2011, CONACULTA ha propuesto que esta celebración se haga como un homenaje al escritor JOSÉ EMILIO PACHECO, autor recientemente galardonado internacionalmente.



Nosotros en el Proyecto Liber-A-Nos, haremos la celebración, por motivos ajenos a nuestra voluntad, el día lunes 14 a las 17:00 horas en el parque "Miguel Hidalgo" mejor conocido como parque del Guanal, con la participación de los alumnos de la Escuela Primaria Pública "Año de la Patria" turno vespertino, los bibliotecarios de nuestra ciudad, los alumnos del Taller de Lectura y Análisis de Textos Literarios de la Escuela Preparatoria del Campus II de la UNACAR y los profesores de la misma institución.

El evento se basará en la lectura en voz alta de textos narrativos y poéticos de varios escritores mexicanos, pero principalmente en la lectura de la obra del autor homenajeado. También contaremos con una serie de expresiones creativas para los niños de la escuela primaria invitada y una exposición de pintura. Se obsequiarán algunos libros y recuerdos del evento.

En el Proyecto Liber-A-Nos estamos convencidos de que la lectura se fomenta leyendo y por eso repetimos una vez más nuestro lema: "Un nuevo lector, hace a México mejor".

Les esperamos para compartir un grato momento con el placer de la lectura.

A continuación, dejamos un par de obras que hablan del autor.

1. Apuntes acerca de la obra de José Emilio Pacheco en la revista Alforja de otoño de 2006.

2. Las batallas en el desierto.

viernes, 21 de octubre de 2011

EL FETICHE DEL LIBRO DE PAPEL.

UNA PUBLICACIÓN DEL BLOG DE GUILLERMO VEGA ZARAGOZA

http://ombloguismo.blogspot.com

El fetiche del libro de papel.



El fetiche del libro de papel
Por Guillermo Vega Zaragoza
(Publicado en la revista Migala núm. ?)
Hace poco apareció en España un libro titulado Enfermos del libro. Breviario personal de bibliopatías propias y ajenas (Universidad de Sevilla, 2009), escrito por el diplomático y bibliófilo Miguel Albero. Es un exhaustivo y ameno compendio de todas las patologías relacionadas con ese artefacto compuesto de caracteres e imágenes impresas en hojas de papel, unidos entre sí en una de sus orillas y aprisionados por unas tapas de algún material un poco más grueso y resistente. La primera de ellas es, desde luego, la bibliofilia: el amor desaforado por los libros. Es decir, no por la lectura en sí, sino por el libro como objeto. Los bibliófilos coleccionan libros, los almacenan en inmensas bibliotecas, persiguen en forma enfermiza incunables, ejemplares raros o primeras ediciones. Son personas que gozan —a veces con un fervor casi erótico— con el contacto de las hojas, el empastado, incluso con el olor característico de los libros viejos o nuevos, no importa. Ah: y además afirman que el libro de papel nunca va a desaparecer, que no hay mejor instrumento para transmitir el conocimiento, que ha durado siglos, que no se necesita energía adicional para hacerlo funcionar, que se puede leer en la alberca, que… Bah, paparruchas.
Simple y sencillamente valdría recordarles un nombre: Eróstrato. Si no les suena es porque fue un tipo que se quiso hacer famoso prendiéndole fuego al Templo de Artemisa en Éfeso. Su maldición ha sido, precisamente, que nadie se acuerde de su nombre. Me atrevo a traerlo a colación para recordarles a todos los bibliófilos que sólo bastaría un pequeño y humilde cerillo encendido para convertir a los objetos de sus amores en cenizas.
Es cierto: exagero. He recurrido al reductio ad absurdum para resaltar que lo que pierden de vista los defensores del libro de papel es que lo importante del libro como invención, como artefacto tecnológico, no es el soporte en sí, sino el formato: ese rectángulo en donde se acomodan las letras en cada página y la posibilidad de leerlas en sucesión o en desorden, como uno quiera. Esa es la fortaleza del libro como idea, como concepto. Eso es lo que va a tardar mucho en desaparecer, hasta que la humanidad invente algo mejor para transmitir el conocimiento de persona a persona y de generación en generación. Lo del soporte es lo de menos, porque la tecnología digital permite el almacenamiento y la distribución de libros electrónicos tan amplia y rápida como nunca antes. Así lo ha destacado Jeff Bezos, el CEO de Amazon, la librería más grande del mundo, cuando lanzó el Kindle, su propio dispositivo para libros electrónicos. Su objetivo (que seguramente logrará en unos años) es que Amazon pueda ofrecer cualquier libro impreso, en cualquier lenguaje en cualquier época, disponible para descarga en 60 segundos.
En efecto, el libro de papel no desaparecerá sino que se convertirá en un asunto de excéntricos y extravagantes, como los cazadores de mariposas, que a nadie molestan y hasta enternecedores resultan. El libro de papel dejará de ser el medio principal para la transmisión de conocimiento y la lectura; dimitirá en favor de los soportes electrónicos, los llamados e-books, o libros electrónicos, que, es cierto, presentan en este momento tanto ventajas (sin duda, la más importante: tener a la disposición inmediata cualquier libro, sin depender del espacio físico, con unos cuantos clicks) como desventajas (las cuestiones de formatos, programas, dispositivos de lectura, etcétera), pero sólo se requiere tiempo para que se resuelvan éstas últimas y pasen a convertirse en el estándar para la edición de libros.
Es comprensible que los bibliófilos se sientan amenazados por la proliferación de la tecnología digital. Eso mismo debieron haber sentido los monjes copistas de la Edad Media con la aparición de la imprenta: “¿Ahora qué haremos?” Nada: comprar libros. Los bibliófilos tendrán que comprarse su Kindle, su iPad o lo que sea que se convierta en el lector dominante), y leer libros electrónicos.

miércoles, 5 de octubre de 2011

EL UNIVERSO LITERARIO DE "LOS SIMPSON".


A diferencia de otras series, Los Simpson no evita las alusiones literarias por miedo a ofender a su auditorio (en México, contar un chiste que no busca la risa unánime es casi cometer un acto de discriminación). Los guionistas de la más célebre familia televisiva en el planeta no sólo han ejercido una de las más inteligentes críticas sobre el estilo de vida americano sino que lo han hecho valiéndose de toda clase de referencias. Lo mismo históricas (de Washington a Nixon a una enmienda constitucional parlante), que cinematográficas (de Hitchcock a Kubrick a David Lynch y cantidad de blockbusters), televisivas (de Seinfeld a los Monty Python, sin olvidar los chistes contra su propia cadena, la Fox) y musicales (de Pérez Prado a los Rolling Stones, de Tito Puente a los cada vez más reales Spinal Tap).

¿Finalmente no somos todos inquilinos de nuestra propia época y estamos hechos igualmente de música, literatura, televisión e historia?

Concentrándonos incluso únicamente en los libros, es fascinante descubrir lo literario que llega a ser el universo amarillo de Springfield. Autores pasean entre capítulos como entre festivales de letras; se parodian novelas, se cita subrepticiamente a Shakespeare (quien también aparece como un zombi en un capítulo de terror). Acá John Updike es el escritor detrás de las memorias del payaso Krusty, allá los niños del pueblo se pierden en una isla y viven una historia similar a El Señor de las moscas de William Golding.

Un curso sobre literatura podría girar en torno a los libros y autores que han sido parodiados, mencionados o que han prestado sus propias voces al programa. Si todo intento de organizar la literatura se sustenta en el arbitrio (la época, la nacionalidad, el género literario), ¿por qué no partir de un centro común como Los Simpson para hablar de ella? Van unos cuantos ejemplos:

Saul Bellow. Bart y Lisa engañan al rabino Krustofsky diciéndole que tendrá un encuentro con el novelista judío Saul Bellow, cuando en realidad el encuentro es con su hijo, el payaso Krusty.

Lewis Carroll. Lisa está a las afueras de la biblioteca en época de veraneo. De los libros salen personajes que la invitan a entrar al lugar. Alicia le advierte: “¡Es una trampa! ¡Corre, Lisa!”, mientras el Sombrerero Loco la amaga con un arma. Lo excepcional de la escena es que los dibujos están tomados de los grabados que John Tenniel hiciera para la edición original de 1865 de Alicia en el País de las Maravillas.

Agatha Christie. Para pensar en cómo descubrir al autor del disparo contra el señor Burns, el jefe Gorgory lee los Diez cuentos triviales de Agatha Christie.

Bret Easton Ellis. Después de volverse millonario con su traductor de bebés, el tío Herb le regala a Lisa una colección de Grandes Libros que ella recibiría cada mes. Se trata de una serie que abarca lo mejor de la literatura y cuyo título más antiguo es el poema épico Beowulf y el más reciente, Menos que cero de Bret Easton Ellis.

William Faulkner. El cantinero Moe cuenta que el autor de El ruido y la furia escribía gags para el programa cómico “La pandilla” (“The Little Rascals”), donde él participaba antes de matar al Alfalfa original. La afirmación no carece de sustento porque Faulkner tuvo una etapa como escritor de guiones en Hollywood. “William Faulkner podía escribir rutinas de caño de escape que te hacían pensar”, dice el cantinero.

Gabriel García Márquez. Marge Simpson imagina un romance épico con un capitán fornido, mientras lee una novela llamada El amor en los tiempos del escorbuto.

Allen Ginsberg. Bart destruye el centro de mesa de Lisa y provoca un conflicto familiar. La niña para tranquilizarse escribe su propia versión de “Howl”: “He visto las mejores comidas de mi generación destruidas por la locura de mi hermano. Mi alma deshojada por demonios de pelos puntiagudos”.

Norman Mailer. 1. Ante la prohibición de su padre para ver Itchy & Scratchy. La película, Bart lee la trama del filme novelada por Norman Mailer. “No es lo mismo”, dice y tira el libro a la basura. El libro es tan voluminoso que compacta los desperdicios del bote.

2. Bart le plantea a la niñera Shary Bobbins qué haría si lo encontrara ojeando la revista para adultos Playdude. Ella responde que lo obligaría a leer todos los artículos de la revista, “incluyendo el de Norman Mailer sobre su libido en caída”. Homero se impresiona: “Es ruda”.

George Plimpton. El legendario editor del Paris Review es el conductor de la olimpiada de deletreo donde Lisa participa.

Edgar Allan Poe. 1. El doctor Nick Riviera aplica Spiffy “el quitamanchas del siglo XXI” a la lápida de Edgar Allan Poe. “‘¡Qué brillo!’, dijo el Cuervo”, exclama Troy McClure, conductor del programa.

2. Juan Topo (en inglés Hans Moleman) transporta la casa de Poe, antes de salirse de la carretera y provocar un incendio.

3. Allison Taylor, la rival de Lisa en el salón, hace un diorama del cuento “El corazón delator” para el concurso escolar.

4. Homero, Bart y Lisa ven el programa de televisión “Colapso de edificios” que muestra una serie de construcciones al momento de derrumbarse; la última residencia dice en su exterior “La casa de Usher” y Homero comenta: “No pensé que se caería”.

5. El primer Especial de Noche de Brujas de los Simpson incluye una célebre parodia de “El cuervo” (una extraordinaria lección de literatura, sobre todo en su idioma original).


Thomas Pynchon. El esquivo autor de El arcoiris de gravedad (no aparece en público, no da entrevistas y apenas se conoce una foto suya) se niega a escribir la reseña para la contraportada de la novela de Marge. “Pynchon ama este libro casi como ama las cámaras”, dice por teléfono ante la petición de un comentario promocional. Segundos después, el escritor aparece con una bolsa de papel sobre la cabeza junto a un letrero luminoso que anuncia “Casa de Thomas Pynchon. Entre”.

Gertrude Stein. La muñeca que propone Lisa para competir con la muy vendida pero llena de estereotipos Stacy Malibú, tendría la inteligencia de la escritora Gertrude Stein, el ingenio de Cathy Guisewite (creadora de la historieta “Cathy”), la tenacidad de Nina Totenberg (una respetable periodista), el sentido común de Elizabeth Cady Stanton (luchadora por los derechos de la mujer en el siglo XIX) y la belleza práctica de Eleanor Roosevelt (una de las mujeres más influyentes del siglo XX norteamericano).


John Steinbeck. Nelson presenta un diorama inspirado en la novela Las uvas de la ira. Señala las uvas de una mesa (“Acá están las uvas”) y les da un mazazo bañando a los jurados (“¡Y acá está la ira!”).

Mark Twain. Montgomery Burns posee la única foto de Mark Twain desnudo.

Gore Vidal. Lisa se da cuenta que no tiene amigos. Cuando Marge le pregunta si invitaría a alguna amiga para el verano, ella responde: “¿Amigos? Estos son mis únicos amigos (señala la contratapa de un libro). Adultos como Gore Vidal, aunque besó más chicos que los que besaré yo”. “Niñas, Lisa”, corrige nerviosamente su mamá, “los niños besan niñas”.

Eudora Welty. La novelista norteamericana y el crítico de cine Jay Sherman son los únicos premios Pulitzer que pueden eructar tan fuerte como para ganar el trofeo que otorga la taberna de Moe.

Walt Whitman. La tumba que siempre creyó Homero que era de su madre resultó ser de Walt Whitman. Tras descubrirlo, Homero patea la lápida mientras grita lleno de ira: “¡Leaves of grass, my ass!”.

Tennessee Williams. Marge representa a Blanche DuBois y Ned Flanders a Kowalski en el montaje hecho en Springfield de Un tranvía llamado Deseo.

Ludwig Wittgenstein. Los investigadores Mulder y Scully le preguntan a Homero qué estaba haciendo la noche en que vio un extraterrestre. Homero narra: “Bueno, todo empezó en un club Gentleman, a donde hablábamos de Wittgenstein mientras jugábamos Backgammon”. “Señor Simpson, mentirle al FBI es un delito”, le advierten los investigadores. “Estaba en el auto de Barney comiendo bolsitas de mostaza, ¿contentos?”.


Tom Wolfe. El padre del “nuevo periodismo” aparece en un capítulo junto a Gore Vidal y dos de los más reconocidos narradores norteamericanos de la nueva generación: Jonathan Franzen (autor de Las correcciones) y Michael Chabon (premio Pulitzer y autor de Chicos prodigiosos). En dicho capítulo, Moe descubre que tiene aptitudes para la poesía. Por otro lado, en la vida real, Tom Wolfe ha declarado que éste es el único programa televisivo que ve.

Se dice que fue Octavio Paz quien afirmó que Los Simpson “nos resumen”, y la expresión abarca tanto nuestro comportamiento social como nuestras referencias culturales. Un clásico –lejano o contemporáneo– puede constatar su influencia si ha salido en la serie, desde el simple nombre del capítulo (“Bart in darkness” se llama así en alusión a Heart in darkness de Joseph Conrad) hasta su aparición como personaje (un Stephen Jay Gould, capaz de decirle a Lisa: “No me hice científico para ganar dinero. Lo que tengas –para pagarme– estará bien”). Los poco más de 420 programas de Los Simpson no sólo han constituido la comedia humana por excelencia de esa transición que va del siglo XX al XXI, sino que han conformado un cúmulo de cosas que hemos aprendido sin darnos cuenta: un compendio singular de música, literatura, televisión e historia. Finalmente, después de 20 años, Springfield nos deja el mismo sabor del mundo: es horrible y está lleno de gente indeseable, pero es el único lugar del universo donde los guardias de seguridad leen a Víctor Hugo.

Publicado por Laberinto de Espejos

lunes, 26 de septiembre de 2011

25 AÑOS Y APENAS UNA REEDICIÓN.

Juan de la Cabada: imagen y palabra.

Amalia Rivera

Hoy 26 de septiembre se cumplen veinticinco años del fallecimiento del escritor y luchador social Juan de la Cabada, cuya obra está en peligro de caer en el olvido, ya no se diga porque cada vez se le recuerda menos en el aniversario de su muerte, sino porque su producción ya no se reedita, “está agotada” en librerías que suelen estar muy bien surtidas, o en la bodega, donde suele depositarse lo que no se pide. De ahí me trajeron Cuentos y sucedidos 2 y 3: Pasados por agua y El duende.

Publicados en 1981, cuando a las editoriales aún les parecía importante editar cuento, género que Juanito, como le llamaban todos, definió como “de lo más antiguo que hay en la literatura”, contienen once cuentos en los que las imágenes y las historias van brotando de una pluma diestra que parece conocer todos los recovecos donde las palabras suelen ocultarse, así como elegir el término preciso de entre un amplio vocabulario que maneja, y que incluye el abanico de la diversidad regional, en especial la del mundo maya. Todas sus historias están contadas y escritas con una sintaxis impecable y una puntuación estricta. Paradójicamente, él, que toda su vida fue un irreverente, que tanto detestaba los formalismos, en cuestión de estilo siguió al pie de la letra las normas clásicas que ordena la lengua española, pero sin dejar de recoger “el habla de las gentes” –como destacó José Bergamín– y captar además la sabiduría popular mexicana.

La temática que aborda en los cuentos aquí reunidos, que datan de los años cuarenta, así como en el resto de su breve pero intensa producción cuentística, recoge historias de mar, de barcos madereros, de selvas mayas pobladas de tigres, coyotes, lagartos y seres mágicos; de hombres consumidos por el amor de una mujer de la que no queda sino el tatuaje en el brazo; de marineros que se embarcaron y ya no saben sino paladear el mar áspero y salobre; de negros y esclavos que comen pejes crudos, de campesinos, pescadores y trabajadores con los estómagos vacíos, siempre explotados, perseguidos por la desgracia, la injusticia y la pobreza que se pega a sus personajes como una sombra.

De la Cabada figura entre los autores mexicanos que dirigió su mirada al indio, cuando éste no era tema de moda y permanecía en el más absoluto olvido. Conocedor de la idiosincrasia indígena, admirador de la cosmogonía maya, que plasma en diversas narraciones, así como de la vida y costumbres de los pueblos del sureste, dado que su estancia en Quintana Roo, pasando por Yucatán, Champotón, Tulum, El Carmen, Cozumel, se extiende de 1936 a 1943, pone de relieve un elemento importante para empezar a comprender el porqué de la barrera infranqueable entre el indio y el mestizo: el idioma, porque, “el indio vive traduciendo y casi es imposible traducirlo a él”, como señaló no pocas veces.

Esta comprensión de la situación del indígena se manifiesta con claridad en otro cuento ya inconseguible, escrito a su regreso de la urss : “Llovizna”, en el cual se basó Sergio Olhovich en 1977 para llevar al cine una historia del mismo nombre que recrea el profundo racismo y discriminación que vive el indígena en México, porque no son lo mismo nuestros admirados ancestros indígenas, orgullo nacional, que erigieron las pirámides de Teotihuacan y Chichén Itzá y que inventaron el cero, que el manojo de indios que trabajan como albañiles a la vuelta de la esquina y que son flojos, borrachos, sucios, y hay que temer porque son naturalmente violentos, rencorosos y ladrones.


Fotos: Héctor García/ archivo La Jornada

El cine fue otra de las pasiones de De la Cabada. Pasados por agua contiene un fragmento de guión cinematográfico Sean Flynn, el aventurero, que deja ver su talento como guionista, otra aventura en la que se embarcó sin saber nada y que luego, como todo lo que emprendió, abrazó con pasión. Cuando José Revueltas lo invitó a escribir un guión de cine –según refiere Rafael Fernández Pineda–, objetó que no sabía, que él únicamente sabía contar cuentos, a lo que Revueltas le contestó con simplismo irónico: “Es lo mismo, sólo tienes que quitar las descripciones del paisaje y tus reflexiones.” Y así, siguiendo esa fórmula infalible, en 1951 se inició formalmente en el cine con Luis Buñuel, Luis Alcoriza y José Revueltas en la adaptación de Subida al cielo, que acaba de retransmitirse en televisión cerrada. La buena adaptación de un argumento débil cuenta con humor la historia de un Adán y una Eva cachondos, abandonados en las playas de Guerrero. Lilia Prado y Esteban Márquez –quien luego dejaría su carrera de actor y se dedicaría al diseño y la astrología y es mejor conocido como Esteban Mayo– llevan los estelares. En 1953 adaptó un relato de Mauricio de la Serna para La ilusión viaja en tranvía, de Buñuel. Los chispeantes diálogos que logró impiden que el filme envejezca.

Sus guiones para cine siempre fueron sencillos, pero profundamente conmovedores, como el de Canasta de cuentos mexicanos, que hizo en 1956, invitado por Julio Bracho; inteligentes y agudos como el de Las señoritas Vivanco, escrito en 1958 junto con Elena Garro.

Hizo un alto en el cine durante prácticamente una década, porque en esos años hacer y escribir cine era un lujo que Juan de la Cabada no podía darse debido a su siempre precaria economía, y porque otras tareas ocupaban sus días, como su militancia en el Partido Comunista, que combinaba con recorridos por todo el país para dar conferencias, sin dejar las colaboraciones en revistas literarias como Mañana, Bellas Artes, Universidad, Rehilete, o en los diarios Oposición y Voz de México.

Regresó al cine en 1973 para escribir, con Eduardo del Río (Rius), el guión de Calzonzin Inspector, recreando los personajes de la entonces famosa historieta de sátira política Los Supermachos. Su adaptación en 1975 de Las fuerzas vivas, de Luis Alcoriza, ganó un premio al mejor guión en el festival de Cartagena, Colombia.

Se cumplen veinticinco años de la ausencia de Juanito. Sin duda el mejor homenaje para este escritor, editor, viajero, cuentacuentos, comunista, luchador social y gran mexicano será la difusión, redición y reedición de su obra.

Tomado y adaptado de: http://www.jornada.unam.mx/2008/11/09/sem-amalia.html

domingo, 25 de septiembre de 2011

JUAN DE LA CABADA VERA.

Hoy domingo 25 de septiembre, Gran Homenaje a la literatura de Don Juan de la Cabada Vera.



Pródigo escritor campechano.

La Sala de Lectura LIBER-A-NOS Itinerante y el Proyecto LIBER-A-NOS le invitan a este par de eventos.

Les esperamos, obsequiaremos ejemplares facsimilares de “La pesca”, un cuento de Juan de la Cabada.

También les invitamos a participar el día lunes 26 durante todo el día a través del Facebook del Proyecto LIBER-A-NOS, en la redacción de un “Cadáver exquisito”, con motivo de su 25 aniversario luctuoso.



Les esperamos.

lunes, 19 de septiembre de 2011

UNO DE LOS ACONTECIMIENTOS MÁS TRISTES DEL PAÍS.

1985
Una crónica de Paola Tinoco

Montañas de cadáveres traídos de diferentes partes de la Ciudad de México se acumulaban en el salón del Deportivo Coyuya, donde tomaba clases de gimnasia a los 11 años. Fue el primer día que asistí al deportivo después de los terremotos. Escuché cuando le decían a mamá, en voz baja, que no había suficiente espacio en hospitales y morgues para tantos cuerpos. Algunas semanas después nos informaron que podíamos regresar al deportivo, pero era imposible entrar en el salón con el olor del formol. La maestra decidió llevarnos al jardín a hacer gimnasia, no sólo por la fetidez de aquellas paredes: otro motivo, igual de triste que ejercitarnos en un espacio usado como bodega de cuerpos sin vida, era que nuestro salón y otros del deportivo se convirtieron en albergue para familias cuyos hogares habían sido devastados por los terremotos.

Al poco tiempo la pestilencia fue sustituida por el aroma del chocolate con leche donado por un grupo de voluntarios que atendían a los damnificados. Mis compañeras y yo no tardamos en hacernos amigas de los niños que dormían en el albergue y los voluntarios no hacían distingos a la hora de repartir el chocolate.

1985, Ciudad de México

Voluntarios en labores de rescate, tras los sismos de 1985 en la Ciudad de México.

***

El conjunto habitacional donde vivía fue bautizado por los vecinos del barrio como Los Palomares, sobrenombre ganado por el minúsculo espacio en que vivían familias de cinco o seis integrantes. El portón de metal era de color ladrillo, como las molduras de los diez edificios amarillos identificados con letras de la “A” a la “J”. Los edificios de la “A” a la “D” eran los más cercanos a la salida, que daba hacia una amplia avenida. Esa avenida era la mayor preocupación de mis padres porque conocían mi costumbre de salir del conjunto de edificios en bicicleta y sin permiso. Un camellón separaba a Los Palomares de los Multicinemas Ramírez, un boliche, una pizzería y a unas cuadras de ahí, frente a la única gasolinera del barrio, un nuevo almacén de ropa llamado Alexander, construido en lo que fuera un inmenso lote baldío. La tienda oscilaba entre un Suburbia y un Liverpool sin llegar a ser ninguno de los dos. La gente del barrio se entusiasmó con su llegada en principio, porque había eliminado la presencia de los vagos que habitaban el baldío y después porque la ropa era de buena calidad y de bajo costo. Yo quería que fuera un Liverpool porque siempre me ha gustado el aroma a galletas recién horneadas que se respira cuando entras por el departamento de dulcería. Alexander no tenía dulcería.

***

El temblor no duró mucho, lo justo para asustarnos

Mamá nos preparaba para ir a la escuela y como siempre, mi hermano menor y yo estábamos adormilados. Eso la enojó porque pensaba que no queríamos ir a la escuela. Siempre repetía que a ella no la habían dejado estudiar y nosotros teníamos una oportunidad de oro. Ya conocíamos esa letanía. Mi hermano movía los labios adelantando el final de la frase de mi madre mientras se ponía el suéter azul que vestíamos todos los alumnos de la escuela primaria Suecia . Yo comenzaba a ponerme las calcetas cuando perdí el equilibrio. El piso empezó a moverse enérgicamente. Círculos oscilatorios y de pronto saltos que derribaron el único librero de la casa. De no ser porque otro de mis hermanos detuvo las enormes bocinas del reproductor de sonido también hubieran ido a parar al suelo. El temblor no duró mucho, lo justo para asustarnos. Mamá no permitiría que faltara un día a la escuela aunque llegara tarde, así que puso un emparedado en la mochila y salimos a la calle. Afuera estaban todos los vecinos: unos en pijama, otros listos para ir a trabajar pero sin moverse de la puerta de su casa o bien, del pasillo, desde donde preguntaban con los ojos si estábamos bien. Hablaban poco. El terremoto nos había tomado por sorpresa.

***

Salimos del edificio y al llegar a la avenida vimos más gente, montones de personas con cara pálida, llorosa, preguntándose unos a otros si estaban bien. Mamá saludaba y respondía sin detenerse. Ya habíamos perdido mucho tiempo en asustarnos. Cruzamos la calle siguiendo el camino habitual: pasar el camellón, luego atravesar la gasolinera para ahorrar un poco de camino, pero esta vez no fue posible. Los empleados la estaban acordonando y tuvimos que rodearla. Lo siguiente era cruzar el estacionamiento del almacén Alexander. El letrero estaba apagado y con la primera letra a punto de caerse.

tropezamos con los primeros escombros

Al dar la vuelta en la esquina del almacén ya estábamos en la calle de la escuela y fue donde tropezamos con los primeros escombros de muchos que veríamos después por toda la ciudad.

A pocos metros de la entrada a la escuela había bardas vencidas, letreros de tlapalerías y de misceláneas en el suelo, incluso un choque de autos. Ya se escuchaban las sirenas de las ambulancias en una sinfonía caótica. De inmediato me toqué las calcetas porque era sabido por todos los niños de mi edad que cuando se escuchaban las sirenas debíamos tocar algo blanco para que la ambulancia no llevara a un ser querido.

Llegamos a la entrada de la escuela y éramos pocos los osados. Yo tenía razón. No hubo clases. La directora anunciaba, altavoz en mano, que cerrarían la escuela hasta nuevo aviso. En ese momento no dio más detalles, pero después supe que dos de los pasillos del edificio se habían doblado y estaban a punto de caerse.

De regreso a casa vimos filas inmensas en las pocas cabinas de teléfono que servían. Algunos lloraban a gritos que no podían localizar a sus parientes. Esta vez mamá cambió su semblante sereno por uno de susto. Yo también me asusté y de inmediato pedí la presencia de mi padre.

Esa no era nuestra ciudad

Apuramos el paso y al llegar a casa papá ya no estaba. Había un recado de él donde avisaba que había ido a ver a mi abuela y eso me tranquilizó. Mamá encendió el televisor. Pasó un rato antes de que volviera la señal y cuando por fin llegó todo lo que transmitían eran noticieros. Nombraban lugares que conocíamos, pero las imágenes que mostraban eran irreconocibles. Esa no era nuestra ciudad. Todas esas piedras amontonadas no podían ser los edificios. Estuvimos ahí, mirando el desastre hasta que los amigos vinieron a tocar la puerta. Nuestro edificio de cuatro pisos no tenía ningún daño, ni había personas lastimadas, así que aprovechamos la vacación forzosa. Mi hermano y yo buscamos nuestros intereses, él la pelota y yo el resorte, para ir a jugar al patio.

Papá no había podido comunicarse con su madre porque los teléfonos no funcionaban. Estaba preocupado porque ella vivía en la calle de Soledad, en el Centro Histórico, una de las zonas más afectadas de acuerdo a lo que había escuchado en los noticieros. La abuela era una mujer de carácter dulce pero firme cuando tomaba una decisión. Cuenta una de sus hijas, la que vivía con ella, que los vecinos subieron a verlas para sugerir que bajaran con el resto de los vecinos pero mi abuela se negó. A su esposo lo habían sacado de ahí con los pies por delante y era exactamente lo mismo que tendría qué suceder para hacerla abandonar su hogar. Además era complicado salir con sus mascotas y no eran pocas: cuatro jaulas con tres canarios cada una, tres gatos y dos perros. Mi abuela le dijo a papá que antes de que comenzara a temblar todos los animales estaban nerviosos, los pajarillos revoloteando los gatos escondidos debajo de la cama y los perros corriendo de un lado a otro. Pedro, uno de los perros, mordió a papá en la pantorrilla.

Reconstrucción de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes

Reconstrucción del edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Fuente: Servicio Geológico de los Estados Unidos.

***

Al día siguiente los problemas de comunicación continuaban: aún no se restablecía el servicio de telefonía. El único ciudadano con un teléfono en su automóvil era Jacobo Zabludovsky, que el día anterior había narrando todo lo que veía a su paso desde ahí y se escuchaba en la radiodifusora de Televisa. A pesar de ello, de la falta de agua y la irregularidad en el servicio de energía eléctrica, todos tratábamos de seguir con nuestra rutina.

Jugaba con mis amigos en el patio del edificio cuando una señora que estaba cerca gritó angustiada que estaba temblando. Pensé que era broma pero ella tenía razón. Estaba temblando otra vez. La luz de los pasillos que llevaban a los otros edificios subían y bajaban de intensidad y de pronto estuvimos a oscuras. Mamá salió del departamento y desde el pasillo gritó mi nombre y el de mi hermano. Llegó a nosotros en poco tiempo y juntos salimos corriendo del edificio. Era tanta gente huyendo que se dificultaba transitar. Estábamos atorados en el edificio que daba hacia la avenida cuando una vecina nos alcanzó a ver entre la multitud y llamó a mi madre. Nos metimos en su departamento. La señora se puso de rodillas y todos hicimos lo mismo. Ellas rezaban a gritos. Yo trataba de rezar pero no podía concentrarme por mirar los extraños tonos del cielo en ese momento: ligeramente rojo, luego blanquecino, iluminado por rayos que me hacían pensar que en cualquier momento caería una tormenta. Duró poco, pero parecía eterno. Papá no estaba y eso me angustiaba. Nos quedamos sentados en el suelo con mamá abrazándonos fuerte.

Estuvimos a oscuras durante un rato, iluminados apenas por los tonos raros del cielo. Mantuvimos la puerta abierta y cuando se despejó el patio salimos hacia la avenida, donde encontramos a papá. Él no había sentido el temblor. Mientras mi papá y mi mamá hablaban, vimos pasar varios autobuses que se enfilaban al estacionamiento de la tienda Alexander. Detrás de ellos venían cuatro camionetas de militares. Un soldado hablaba por altavoz:

Por su seguridad, no regresen a los edificios

Por su seguridad, no regresen a los edificios, diríjanse a los delfines que van adelante. Por su seguridad, no regresen a los edificios, van a venir unos peritos a confirmar que estén en buenas condiciones. Por su seguridad, diríjanse a los delfines…

Los delfines eran autobuses de transporte urbano que se distinguían por una placa en forma de delfín metálico en un costado. Esa noche se convirtieron en un albergue para nosotros.

Mis hermanos mayores aparecieron un rato después y como la gente comenzaba a dispersarse nos encontraron fácilmente. Seguíamos parados ahí, en la entrada del edificio, discutiendo con mi padre acerca de ir a dormir a los autobuses o regresar al departamento a cuidar nuestras pertenencias como hacían algunos vecinos, temerosos de que los ladrones aprovecharan el pánico. Papá decidió que todos iríamos a los delfines, a disgusto de mi hermano mayor, que estaba más preocupado por la seguridad de su aparato de sonido.

Cruzamos el camellón a oscuras y rodeamos la gasolinera para llegar al almacén de ropa. No recuerdo cuántos delfines eran, pero llenaban el estacionamiento. A la entrada de cada uno de ellos había dos o tres soldados dando indicaciones a las personas que iban llegando.

¿Estás asustada? preguntó uno de los soldados. Asentí.

A las mujeres nos dejaron los asientos de atrás del autobús, los más espaciosos. Adelante estaba mi papá con otro vecino y después mis hermanos mayores con otros adolescentes. Subieron tres soldados a preguntarnos si había alguien que necesitara atención médica. Cargaban bolsas de lona muy grandes. Una tenía ropa y cobijas pequeñas, como las de los aviones. Otra tenía emparedados y la tercera, cocacolas de lata. Mi mamá no nos dejaba tomar refrescos de noche, solo esta vez lo permitió. Devoré el sándwich. ¿Estás asustada? preguntó uno de los soldados. Asentí. ¿Quieres otro sándwich? Dije que sí y dejó más comida. ¿Tienes frío? Sacó algunas prendas de la bolsa de lona. Entre ellas había una sudadera Adidas azul marino con cierre en el frente. ¿Me das este suéter? Me lo puso en las piernas. Luego se fue.

Los peritos revisaron minuciosamente cada edificio. Se tardaron un día por letra. Como vivíamos en el edificio B, regresamos a casa después de dos noches al cuidado de los soldados.

***

Pasaron varias semanas antes de que se regularizaran los servicios. En algunas colonias, meses. El transporte colectivo seguía funcionando como albergue en algunas partes de la ciudad, así que no había muchas opciones para transportarse. Más de una vez llegué a mis clases de gimnasia montada en la parte trasera de una camioneta de militares.

viernes, 9 de septiembre de 2011

CAMPAÑA DE DONACIÓN DE LIBROS PARA LA SALA DE LECTURA DEL CERESO - CARMEN.



A todos les solicitamos su amable y valiosa colaboración para poder reunir una cantidad suficiente de libros que llevaremos al CERESO de Cd. del Carmen para crear una SALA DE LECTURA.
Estamos convencidos de que LEER LIBERA, así que no dejen que sus libros (nuevos o usados en buen estado) sigan sufriendo en la esclavitud del librero y libérenlos mandándolos a la cárcel.

Nuestra meta es lograr reunir 1000 libros de temática tan diversa como ustedes consideren.

Gracias por su colaboración.

Informes con este servidor: Daniel Arturo Casanova Gómez, en la Escuela Preparatoria del Campus II de la UNACAR.

La campaña será del 12 al 30 de septiembre de 2011.

lunes, 5 de septiembre de 2011

Y LA RESPUESTA CORRECTA ES...

Del blog: http://ombloguismo.blogspot.com del buen amigo y gran escritor Guillermo Vega Zaragoza.

La respuesta es: Nadie hace bien lo que le corresponde.


El presidente de FEMSA, empresario regiomontano, dueño de compañías refresqueras (nada menos que de la Coca Cola en México), cerveceras y de tiendas como OXXO, dijo ayer, aparentemente consternado y sorprendido por lo que está sucediendo en Monterrey y en general el país:

“Es momento de preguntarnos: ¿en dónde estamos fallando?, ¿qué hemos dejado de hacer o hemos hecho muy mal?, ¿en dónde estaban los padres de estos jóvenes que toman la vía fácil y se involucran en actos delictivos tan terribles?, ¿qué pasó con sus maestros?, ¿qué sucedió con su escuela?, ¿qué hicieron o dejaron de hacer nuestros gobernantes?, ¿dónde estábamos los empresarios que no hemos conseguido dar más trabajo?”

La respuesta es muy sencilla:

Nadie hace bien lo que le corresponde.

- Los padres no enseñan a sus hijos los valores adecuados para la convivencia social, que son, básicamente, la honestidad y el respeto.
- Los profesores no educan, las escuelas públicas son un desastre por culpa del sindicato y las privadas sólo lucran.
- Los gobernantes no gobiernan, no saben hacer política, sólo roban y cuidan sus muy particulares y partidistas intereses.
- Los empresarios no emprenden, van a lo seguro, sólo explotan los recursos del país y a los trabajadores. Sólo buscan la mayor ganancia con el menor esfuerzo y en el menor tiempo posible.

Y los ciudadanos sólo nos quejamos y exigimos a los demás que cambien, pero en la vida diaria sólo contribuimos al desastre nacional saliéndonos por la tangente: "¿Y yo por qué voy a cambiar? Yo estoy bien. Que cambien los otros, que son los que están mal".

¿Así o más claro? ¿Quieres que el país siga igual? Sigue escurriendo el bulto. Sigue haciendo mal lo que te corresponde. Es decir, sígue haciéndote pendejo.

Si te interesa promover el cambio, comparte esta nota. El primer paso para dejar de hacerse pendejo es tomar conciencia.

(Esta es la información completa: http://www.milenio.com/cdb/doc/impreso/9019373)

jueves, 1 de septiembre de 2011

INICIA CURSO: "PRÁCTICAS DE LECTURA EN COMUNIDAD".




Con la participación de 23 personas de diferentes municipios del estado, hoy jueves 1 de septiembre, en punto de las 9:00 horas; dio inicio el Seminario I: "Prácticas de lectura en comunidad" que el Programa Nacional de Salas de Lectura ofrece a las personas que quieren comprometerse en su formación para ser mediadores-promotores de lectura en diversas comunidades del estado de Campeche.
El evento se desarrolla en la Biblioteca "Francisco Sosa Escalante" de la ciudad y puerto de San Francisco de Campeche. El curso dará fin el día sábado 3 de los corrientes, pero es el primero de un ciclo de formación que culminará con la certificación de los asistentes.
La intención de este trabajo es crear más espacios dedicados a la lectura para que las comunidades de nuestra entidad puedan tener mayor acceso al libro y a la lectura. EL Programa Nacional de Salas de Lectura es parte del CONACULTA.
En la entidad, existen 201 salas de lectura, lo que hace a nuestro estado uno de los más comprometidos con la tarea de la formación de lectores.
En este evento participan 3 alumnas de la Escuela Preparatoria del Campus II de la UNACAR y una profesora de la misma institución: alumnas Marissa Martínez Alanís, Laura Cecilia Pérez Pech y Zuleyma Dainelys Uc Ríos; profesora Eunice Arely Lomelín Estrada. Estas personas pertenecen al Proyecto LIBER-A-NOS que coordina este servidor y que tiene casi 8 años promoviendo la lectura en la comunidad carmelita.
Agradecemos a las autoridades del Instituto de Cultura de Campeche y, en especial a la LTS. Norma Elena Lladó Zetina, coordinadora estatal del Programa Nacional de Salas de Lectura
por el apoyo y confianza depositada en nuestro proyecto de promoción de la Cultura Escrita.

jueves, 25 de agosto de 2011

NUEVA SALA DE LECTURA EN EL CAMPUS II.






El día 24 de agosto de 2011, en la conmemoración de un aniversario más del natalicio del gran escritor Jorge Luis Borges, este servidor y amigo tuvo el agrado y honor de incrementar el número de acciones del PROYECTO LIBER-A-NOS con la inauguración de una nueva Sala de Lectura en el aula A - 315 de la Escuela Preparatoria del Campus II de la UNACAR. En el acto participaron: la Maestra Catalina Massa Casanova, directora de la institución; la Maestra Elizabeth Ojeda Castillo, secretaria administrativa del plantel; el Doctor José Gilberto Rivera Suárez, Coordinador de la Academia de Historia de la escuela; los profesores, compañeros y amigos Gerardo Ciro Murguía Rodríguez, Eunice Arely Lomelín Estrada, Hugo Tejero Piña; el buen amigo y promotor cultural Delfio López Jiménez y; las personas más importantes del evento: los alumnos del Taller de Lectura y Análisis de Textos Literarios.

El evento inició en punto de las 12:00 horas, se leyeron unos poemas de Borges, la directora cortó el listón inaugural y dio un breve discurso-reflexión en torno a la importancia de la promoción de la lectura en la formación de los preparatorianos, terminamos ofreciendo libros para su lectura y compartiendo agüita por estar en horas de escuela.

A todos los participantes, gracias.

Seguiremos con más, en los próximos días.

Sigan siendo felices.